por Owen_Ojo_de_Lobo
Este relato narra los primeros años de vida de Lady Viola, Suma Sacerdotisa del Culto a la Muerte Errante... Es una versión resumida, ya que una narración exhaustiva de su vida ocuparía varios capítulos de un libro... Forma parte del trasfondo que estoy creando para el ejército de mi señora, un ejército de zombis, esqueletos y mujeres transtornadas... Espero que lo disfrutéis.
Lady Viola de Albagnich (léase [albañic]) era la única hija del Conde Duque de Kressendorf, y la menor de siete hermanos. Cómo miembro de una familia noble, había tenido una vida cómoda y regalada, lo que rápidamente la convirtió en una niña consentida y malcriada. Era la niña de los ojos del viejo Conde, hija de un matrimonio tardío, con una noble 20 años más joven que él. Las malas lenguas afirmaban que la Condesa era una bruja, y que buscaba la protección del Condado de Kressendor más que la compañía del viejo Conde. De todas maneras, su presencia en el condado fue efímera, ya que poco después del segundo cumpleaños de la pequeña Viola, fue encontrada muerta en su cuarto, en circustancias poco naturales...
Sin la presencia de una madre, la joven Viola creció en un ambiente ascético, casi monacal, dado por el estilo de vida que el Conde, por su edad, prefería. La joven pronto halló refugio en la biblioteca, dónde poco a poco fue leyendo todo lo que la extensa sala tenía para ofrecerle. Entre los numerosos tratados sobre agricultura e historia imperial, la joven Viola encontró alguno de los libros de su madre, libros que no deberían de estar ahí... Fue en esos libros dónde la joven encontró una salida hacia su vena más cruel, hacia esa parte de ella que la había llevado a destripar pajaritos y ratones, para ver cómo se movían sus corazones, cada vez menos, cada vez más lentamente, hasta que por fin se paraban...
La joven Viola creció, libre de preocupaciones, dedicada a sus horas de estudio... Actividad que el viejo Conde Duque aprobaba, sin saber a qué clase de artes dedicaba su hija el estudio... A medida que crecía, sus otros hermanos iban muriendo todos, poco a poco, en situaciones algo atípicas... Uno murió ahogado, en su torre, encerrado en el piso más alto, con sólo un poco de arena a sus pies... Otró saltó por una ventana, mientras gritaba incoherencias sobre una horda de espectros que le perseguía... Otro más avanzó tranquilamente hasta la tobera de propulsión de una nave a punto de despegar, dónde murió quemado y sin proferir un grito...
Cada nueva muerte hacía a Viola más bella, y más poderosa... Fue ascendiendo en la línea sucesiva, hasta que sólo quedaron ella y el viejo Conde. Al ser, ahora, la primogénita, se ganó el honor a usar el lady delante del nombre, consideración sólo dada hacia los jefes familiares, y entró en la Sociedad del Círculo Eterno, sociedad de eruditos inofensivos que se dedicaban al estudio de las Grandes Gestas del Emperador, loado sea en Su Magnificiencia. Poco a poco, la bella joven fue cautivando los corazones de esos inocentes ancianos, y al poco de su ingreso era reconocida como la Señora del Séptimo Círculo, máxima distinción dentro de la Sociedad. Bajo su mandato, la hasta entonces inocente Sociedad fue pervirtiendo sus áreas de conocimiento, pasando a estudiar toda referencia habida en los archivos imperiales sobre algo llamado “La Muerte Errante”. Dicha frase estaba repetida hasta la saciedad en los libros de su madre, y pretendía averiguar a fondo el significado que se escondía detrás de esas palabras. Además, el círculo de ancianos preceptores fue poco a poco sustituido por jovencitas compañeras de Lady Viola, amigas o damas de compañía, que fueron entrando en la Sociedad a medida que las muertes... naturales... se sucedían entre los tan longevos miembros.
Los años fueron pasando, y mientras el Conde Duque cada vez estaba más ajado, Lady Viola mantenía la lozanía de la juventud, a pesar de pasar ampliamente de los 30. El vulgo volvía a mirar con malos ojos al Condado de Kressendorf, y la Sociedad estaba llamando demasiado la atención de la Eclesiarquía. Lady Viola iba cada vez más lejos en su búsqueda de la Muerte Errante, comerciando con objetos prohibidos, tocados por el Caos, alienígenas o, sencillamente, extraños. Poco a poco, iba reuniendo los datos, y sólo le faltaba una pequeña chispa que encendiera su imaginación para acabar de atar todos los cabos sueltos.
No obstante, algo la retenía: el amor que la Señora profesaba por su anciano padre. No fue hasta que su padre murió, en la cama, con la compañía de su amada hija, simplemente por edad, que Lady Viola no se atrevió a comenzar con su plan.
Dicho plan comprometería la posición de la Sociedad en el planeta, y si algo fallaba, lo más probable es que atrajera atenciones indeseadas. No obstante, nunca tuvo oportunidad de ejecutar su plan original, ya que una invasión de Piratas Eldars en busca de prisioneros, materia prima y placer (no necesariamente en ese orden) asaltó el planeta. El caos cundió por todo el planeta, los asesinatos indiscriminados estaban a la orden del día y sólo los nobles, protegidos por sus Casas Familiares y sus ejércitos, estaban ligeramente a salvo. Despreciando el peligro, Lady Viola reunió a la Sociedad y se dispuso a ejecutar el ritual que conduciría al despertar de la Muerte Errante. El ritual no era perfecto, y podía fallar en cualquier punto, pero a Lady Viola la oportunidad le pareció perfecta. Entre tanta muerte, nadie notaría un poco de sangre más...
De camino hacia la Capilla dónde celebrarían el ritual, tuvieron oportunidad de ver a los piratas en acción. Con cada nueva muerte, parecían volverse más jóvenes, más seguros, más ágiles. Una idea empezó a removerse, inquieta, por la cabeza de Lady Viola. Estaba a punto de comprender el secreto que se ocultaba tras la Muerte Errante, pero antes quería comprobar una cosa. Reuniendo sus poderes, se preparó para atacar al pirata. El alienígena, al ver a una hembra de esa especie tan desdeñable, se acercó con una sonrisa impúdica en el rostro, dispuesto a saborear su alma.Lady Viola, utilizando todos los trucos aprendidos durante los largos años de estudio de los volúmenes de su madre, atacó a la mente del alienígena, con un rayo de magia pura. El alienígena gritó, y Lady Viola saboreó ese momento, sintiéndose en ese instante capaz de cualquier cosa. ¡Por fin comprendía! El secreto que había estado buscando, la Muerte Errante, por fin era suyo. Vida y Muerte no eran más que dos caras de la misma moneda. Si era capaz de controlar una, podría controlar la otra. Dar muerte para seguir con vida. Dar vida para vencer a la muerte. ¡Ahora lo veía tan claro! Exultante, alzó sus brazos en un cántico, y las energías mágicas de las muertes acontecidas acudieron a ella. Con dicha energía, animó los cadáveres de los recién caídos, y con su ejército de No-Muertos se dedicó a expulsar a los alienígenas del planeta, disfrutando personalmente de cada muerte infligida.
Cuando los Eldars huyeron, los habitantes de las diferentes ciudades-estado de Albagnich acudieron a aclamar a su salvadora, Lady Viola, Señora del Séptimo Círculo, y ahora también gobernante de Albagnich. Si sus miras hubieran sido inferiores, se hubiera limitado a aceptar dicho puesto, y gobernar Albagnich durante mucho tiempo. Pero ella ahora comprendía, ahora sabía, ella era la Suma Sacerdotisa de la Muerte Errante, y nunca habría suficientes muertes para saciarla, nunca dejaría de sentir ese placer exquisito de cada alma recién arrancada... A una señal suya, sus zombis y esqueletos se abalanzaron sobre los ciudadanos de Albagnich, acabando con todo rastro de vida en el planeta en unos pocos días...
------------------------------------------------------------------------------------------------------
Sentada en su castillo, Lady Viola, llamada ahora la Dama Infernal por sus seguidoras (las antiguas integrantes de la Sociedad del Círculo Eterno), meditaba sobre qué hacer. Hasta que llegó a la conclusión de que sólo había un camino posible: llevar la Muerte Errante a todo el mundo, a toda la Galaxia. Matar en cada mundo, para probar cada nuevo sabor, cada nueva textura. Matar para fortalecer su fe y dedicación. Matar por matar, por qué podía y nadie iba a impedírselo. Con una sonrisa, se dirigió a sus seguidoras: “Nos vamos. Hay muchos mundos en los que matar”.
Desde entonces, el Culto se dedica a vagabundear, parando en mundos asolados por la guerra, para saborear cada nuevo tipo de muerte. A veces, desaparecen durante un tiempo, tiempo que dedican a entrenar a las novicias en el Camino, para reaparecer de nuevo dónde menos se lo esperan. Son la Muerte Errante, y no hay obstáculos en su camino, ya que los Muertos son Legión